jueves, 21 de febrero de 2013

Los hábitos

Cuando uno necesita mejorar sus perspectivas en la vida, tiene que someterse a un proceso de cambio. Debe sustituir ciertos usos y costumbres por otros más apropiados o, lo que es lo mismo, adquirir hábitos nuevos positivos y desterrar otros que resultan perjudiciales. Ambos procesos requieren grandes dosis de fuerza de voluntad y perseverancia, por lo que constituyen muy buenos ejercicios para el desarrollo de tales cualidades. Un hábito se adquiere por la repetición de actos similares, lo cual, seguramente, supondrá algún esfuerzo físico o mental para vencer la resistencia a alterar el dolce far niente. Lo mismo ocurre con el desarraigo de un hábito negativo, que significará un esfuerzo de renuncia continuado.

¿Cuales son los hábitos que conviene adquirir y los que deben desterrarse?. Esta es una cuestión subjetiva. Nadie mejor que uno mismo conoce sus puntos débiles: los defectos que tendria que corregir y las malas costumbres que haria bien en abandonar. Por lo general, la necesidad de adquirir un hábito positivo es consecuencia de tener algún defecto  Así, a un desordenado, le vendría muy bien poner orden en sus asuntos, tanto laborales como personales; un parlanchín debería acostumbrarse a dominar su lengua ("El árbol del silencio da el fruto de la sabiduría", dice un antiguo proverbio árabe); quién se sabe adusto, habrá de esforzarse en ser más cordial, etc..

Hay también otros hábitos que conviene adquirir, si no se poseen, como, por ejemplo, la puntualidad, el aseo, la práctica del ejercício físico, la pulcritud, la costumbre de madrugar, etc.. Hay uno que merece tratarse aparte por su especial transcendencia. Es el hábito de rematar. Cuando se comienza una tarea, es necesario esforzarse al máximo en concluirla. El defecto contrario a este hábito es de los más perjudiciales y, por desgracia, de los más frecuentes. ¡Cuantos trabajos se inician, cuantos proyectos se acometen con todo entusiasmo y, en muchos casos, se abandonan a medio hacer, cuando aparecen las primeras dificultades o cede el ardor inicial¡. Todos tenemos experiencias de este tipo y conocemos la íntima y desagradable sesación de haber perdido el tiempo y derrochado nuestras energías.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La preparación

Para la obtención de cualquier objetivo es necesario estar preparado y el proceso de preparación tiene una importancia decisiva y requiere el mayor esfuerzo. Se necesitará estar en posesión de ciertas facultades físicas y mentales , unas y otras en mayor o menor grado, según los casos, las cuales podrán cultivarse en la medida de lo posible. Pero, sobre todo, se tendrán que adquirir o perfeccionar las aptitudes específicas para el objetivo en cuestión, es decir, los conocimientos y habilidades necesarios.

Los conocimientos se aprenden mediante el estudio, la observación y la experiencia. Sus fuentes son los libros, revistas, conferencias, medios audiovisuales, investigaciones, contactos con expertos, etc. La tarea de adquirir conocimientos puede resultar árdua y prolongada, pero, aún así, habrá que empeñarse en dominar todas las facetas de la materia en cuestión. No conviene olvidar que el ejercício de una aptitud implica resolver infinidad de problemas y tomar un sinfín de decisiones. Para acertar siempre, o casi siempre, hay que tener un conocimiento profundo de las técnicas correspondientes y poseer la información más veraz sobre las particularidades de cada caso.

Es oportuno ahora llamar la ateción sobre un fenómeno psicológico muy importante. Se trata de que , por lo general, el ser humano no tiene verdadera conciencia de la magnitud de lo que ignora sobre cualquier materia. No es que voluntariamente se niegue a admitir su ignorancia, sino que, por naturaleza, la falta de un conocimiento adecuado hace ver las cosas mucho más simples y fáciles de lo que son realmente. La ignorancia simplifica los problemas. Esto permite comprender la ligereza y tranquilidad con las que la gente opina sobre cualquier asunto, aunque sea de grán complejidad. Todo se ve muy sencillo y se piensa que solamente con tomar tal o cual medida, el problema quedaría resuelto. Cuando se profundiza en el conocimiento de una materia, se van descubriendo aspectos completamente nuevos que modifican de forma sustancial las ideas anteriores y uno no puede menos de maravillarse de la cantidad de cosas que ignoraba y de los campos imprevistos que tendrá necesidad de explorar. El fenómeno de la "ignorancia inadvertida" explica tambien la cantidad de incompetentes que uno se tropieza en la vida, incluso profesionales, quienes pueden estar tomando las decisiones más erroneas plenamente convencidos de que son correctas.

Los conocimientos son fruto del estudio y la observación. Las habilidades, en cambio, se adquieren actuando, es decir, aplicando practicamente los conocimientos. La acción repetida, una y otra vez, va perfeccionando poco apoco el modo de hacer, hasta llegar a la destreza y la maestría. La ejecución correcta se convierte así en un hábito y el ejecutor en un experto. La habilidad aporta a una tarea rapidez, eficacia, potencia, perfección, finura o grácia, según los casos. El arte seria su expresión más relevante.

El desarrollo de una habilidad es una tarea muy laboriosa, que exige considerable dedicación durante mucho tiempo.Es necesario someter a un adiestramiento riguroso las distintas facetas de la habilidad, tratando de desvelar sus secretos y de dominar sus técnicas hasta poder aplicarlas con facilidad, rapidez y perfeción. El adiestramiento crea la habilidad, pero luego se necesita un entrenamiento continuo para mantenerla en su punto. Casos hay, incluso, en los que la falta de entrenamiento diario se deja notar inmediátamente, como les ocurre a un pianista, un cantante o un atleta.

Conocimientos y habilidades constituyen el eterno binómio Teoria-Práctica. La primera proporciona las herramientas y la segunda enseña a utilizarlas. Ambas son imprescindibles para el ejercício de una aptitud. Si una de las dos flojea, el conjunto se resiente. Sin embargo, las propociones de ambas en cada aptitud son diferentes. Por ejemplo, un deportista puede necesitar un 10% de conocimientos y un 90% de habilidades; un pianista, un 30% y un 70% y un abogado, un 60% y un 40%, respectivamente. Son cifras sólo estimativas, pero dan una idea de la influencia de uno y otro factor.