miércoles, 1 de mayo de 2013

Convivir (VI)

La habilidad de la empatía

En todos los ámbitos de la convivencia, el protagonista único es el ser humano. Los conflictos y las disputas se originan siempre porque alguien así lo decide, tanto en las relaciones personales, como en las que se establecen entre grupos de distintas clases. Por lo tanto, todos los estudios, esfuerzos y acciones que pudieran realizarse con la intención de procurar la convivencia pacífica generalizada, tendrían que estar encaminados a buscar la trnsformación y perfeccionamiento de las características y cualidades de los seres humanos.

Ya se ha mencionado la importancia que, en las relaciones humanas, tiene la empatía, el sentimiento que nos induce a ponernos en el lugar del otro y comprender sus problemas. La empatía es una actitud que puede adoptar una persona en un momento determinado y que también podría manifestarse en ella de un modo más o menos habitual. Pero lo ideal sería que la persona mantuviese permanentemente dicha actitud, o sea, que tuviese la habilidad de la empatía, como la ha denominado el sociólogo Bill Drayton (Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional). La habilidad de la empatía se consigue, como todos los hábitos, practicándola una y otra vez, hasta que tome carta de naturaleza en la esencia de las personas. Es necesario inducirlas al aprendizaje de tal habilidad y animarlas a su aplicación para que se transforme en un hábito. Como dice Bill Drayton, la habilidad de la empatía debe aprenderse desde la infancia e impartirse en la escuela como las matemáticas o la lengua.

Vemos, pués, que esta sería una condición esencial para que, algún dia, pudiera alcanzarse en el mundo un clima de convivencia pacífica generalizada, por lo que, como primera medida, sería necesario promover una cruzada universal para impulsar el estudio y práctica, desde los primeros años, de la habilidad de la empatía. Esto podría constituir el primer mimbre de ese utópico armazón quistológico que venimos mencionando.  

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