domingo, 3 de marzo de 2013

Convivir (lV)

Los enemigos de la convivencia

Obviamente, el modelo ideal de la convivencia perfecta es una real utopía. Es hora, pues, de determinar los factores que deterioran la convivencia pacífica y que, en ocasiones, la hacen saltar por los aires. Son factores heterogeneos, casi siempre originados por las pasiones (dando a la palabra pasión el significado de "perturbación o efecto desordenado del ánimo"), aunque en otros casos están relacionados con defectos o taras de las personas. Hay que tener en cuenta que los conflictos, sean entre individuos o entre grupos, no se originan por las circunstancias que se plantean sino por las reacciones de las personas ante ellas.

El primer enemigo de la convivencia es el egoismo. Todo el mundo da prioridad a sus propios problemas y es lógico que así sea. E, igualmente, es natural y saludable tener un moderado nivel de autoestima. Pero lo que realmente constituye semilla de conflictos es el excesivo amor a uno mismo, el cual se pone en evidencia en forma de sentimientos y pasiones diametralmente contrarios a la empatía, como el orgullo, la vanidad, la ira, la avarícia, el odio, etc. Otras manifestaciones del egoismo son la autoindulgencia y la autocomplacencia. La primera significa que uno tiende a minimizar y disculpar sus propias faltas. Si grito, me impaciento, ofendo o me burlo de alguien, considero que lo hago sin mala intención y debo ser disculpado. Al fin y al cabo, "no es para tanto". Esta autodisculpa es más acusada cuando se tiene cierta ascendencia sobre los otros (caso de los jefes, familiares, profesores, etc.).La autocomplacencia (no debe confundirse con la autoestima ni con la dignidad) es el resultado de tener un altísimo y desmedido concepto sobre uno mismo, de considerarse incapaz de obrar mal o equivocarse. Frases como "nunca me equivoco", "odio la injusticia", "las veo venir", "soy incapaz de hacer daño", "si tengo que hacer un favor, lo hago" o las tres "yoyas" ("yo ya lo dije", "yo ya lo sabia", "yo ya lo advertí"), son algunos ejemplos de autoalabanza y enaltecimiento del ego.

Otro enemigo de la convivencia, afín al anterior, es el que podria llamarse egoismo colectivo, un sentimiento de apego excesivo al grupo al que se pertenece. Supone la exaltación del "nosotros" frente a "los otros", hacia quienes solo se muestra desafecto o desprecio. Nosotros somos los buenos, los mejores, los más inteligentes, los que siempre tenemos razón. Los otros son malos, egoistas, despreciables, indignos de consideración (¿Hay algo más lejos de la  empatía?). A los nuestros, el mayor apoyo. Alos otros, ni agua. El sentimiento de grupo o sentimiento tribal constituye, en cierto modo, uno de los instintos básicos con los que nos ha dotado la naturaleza. Todos tenemos tendencia a identificarnos con nuestro entorno, a amar lo que nos resulta cercano. Este sentimiento puede presentar aspectos nobles y saludables como el amor moderado a la familia, a los amigos, a la patria, a determinados ideales o creencias. Sin embargo, cuando tales sentimientos se exacerban y desmesuran, pueden dar lugar a enfrentamientos de suma violencia y consecuencias trágicas. El racismo, la xenofobia, el ultranacionalismo y el fanatismo religioso son ejemplos claros de lo que pueden llegar a pervertirse los sentimientos de grupo. La forma de actuar de los seres humanos integrados en un grupo, experimenta una notable transformación respecto a su conducta individual. Personas con buenos principios, pueden ser capaces de realizar acciones reprobables cuando actúan colectivamente con su grupo. El sentimiento tribal les proporciona la correspondiente relajación de su conciencia sobre los males causados a los ajenos al grupo.

El egoismo colectivo es la causa principal de los mayores conflictos de la Humanidad (guerras, genocídios, terrorismo, etc.) y también de otros muchos conflictos y enfrentamientos, de menor intensidad, pero que perturban gravemente la convivencia entre grupos de diversa ïndole. Y, de la misma manera, el egoismo individual, en todas sus manifestaciones, es causa determinante de los conflictos y enfrentamientos que se producen en el interior de los grupos, sea en el seno de las familias o de cualquier comunidad o estamento social. Ambos egoismos son grandes enemigos de la convivencia, pero no son los únicos. Veamos otros.

La maldad humana está presente en infinidad de tragedias y calamidades. Se ha dicho que los seres humanos, en su calidad de racionales, tienen una tendencia natural hacia el bien y la generosidad. Sin embargo, es un hecho cierto que la maldad existe y que, en todos los lugares y en todas las colectividades, existen seres perversos cuyo objetivo en la vida es hacer el mal. La maldad humana es una derivada de ciertas dolencias mentales (psicopatias), generalmente de nacimiento, aunque, a veces, son el resultado final de un proceso generado por circunstancias vitales muy desfavorables. Sea como fuere, la maldad humana puede causar las mayores desgracias y el mayor dolor, tanto a individuos aislados como a grupos completos. Se presenta con diversos matices como la crueldad, el sadismo, el ensañamiento, la barbarie, etc., todos ellos, acepciones distintas del mismo concepto. Los seres perversos pueden causar sus daños personalmente o bien, influyendo o coaccionando a otros para que los causen y de esto último tenemos infinidad de ejemplos históricos y actuales.

Otro factor opuesto a la convivencia pacífica es la mentira. Faltar a la verdad es una practica absolutamente generalizada en todos los ámbitos de la vida, cuando así conviene a los propios intereses. No se trata de negar la evidencia, sino de retorcer o modificar voluntarimente la interpretación de los hechos o, en su caso, negarlos o inventarlos, con el fin de obtener beneficios o evitarse perjuicios. Por supuesto que la mentira no es admitida formalmente por la sociedad. Las distintas religiones la consideran un pecado y en todas las civilizaciones se condena su uso, aunque, a veces, con una actitud hipócrita. Sin embargo, es un hecho que la mentira está instalada e infiltrada en todos los ámbitos de la vida (familiar, laboral, social, económica, judicial, política, en los medios de comunicación, etc.). Sus efectos son, a veces, demoledores.
Puede decirse que la mentira es uno de los enemigos más sutiles de la convivencia, tanto en las relaciones personales como entre grupos más complejos.

Existen otras muchas causas de conflictos aunque, por lo general, son derivadas o variantes de las anteriormente reseñadas. Por su grán transcendencia, conviene citar algunas y comentarlas brevemente.

La delincuencia, que puede originar enormes desgracias, a veces trágicas, para sus víctimas. En este epígrafe se incluyen todos los tipos de delitos, desde los individuales hasta los cometidos por bandas organizadas, el narcotráfico, el terrorismo, etc.

La injusticia, ocasionada por la aplicación desigual de las leyes y la existencia de privilegios. También la lentitud de los procedimientos judiciales da lugar, a veces, a grandes injusticias.

El fanatismo. Parece mentira como se puede influir en una masa humana con teorias racistas, nacinalistas o religiosas, hasta el punto de convertirla en un conjunto de seres enajenados, capaces de cometer las mayores barbaridades en nombre de tales teorias o creencias.

La corrupción,  que es una modalidad de delito muy singular y que, por desgracia, se encuentra profundamente infiltrada en todas las capas de la sociedad. Los efectos de la corrupción son devastodores por su poder de contaminación, favorecido por la codicia y el sigilo.

Lo expuesto nos confirma las impresiones más sombrias sobre la posibilidad de mejorar la convivencia en el mundo. Pero, como ya se ha dicho, habrá que seguir insistiendo con reflexiones varias sobre un tema tan sensible, aunque tales reflexiones resulten, a veces, meras obviedades y no constituyan una linea de pensamiento consistente.

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