martes, 1 de enero de 2013

Convivir (II)

Lo que dicta la razón

La naturaleza juega cruelmente con los seres humanos: nos pone en este mundo sin contar con nuestra voluntad pero nos dota de un fuerte instinto de conservación para, finalmente, quitarnos la vida cuando le parece. Los animales tambien poseen ese instinto que, para ellos, constituye el principal motor de sus actos, Los humanos somos mas complicados: tenemos inteligéncia y esta facultad es la que nos dicta las normas de conducta respecto a los otros humanos con los que convivimos. El sentido común nos dice que, puesto que hemos de vivir juntos, lo mejor es llevarse bien. Es lo mas razonable pero, por desgrácia, poco frecuente. A cada momento surgen enfrentamientos y conflictos  que perturban la inteligéncia y enrarecen las relaciones. Sin embargo, ese ideal de armonía siempre ha estado presente en las aspiraciones humanas y ha impulsado el desarrollo de las ciencias del comportamiento como la Etica y el Derecho Natural. La razón, con sus sólidos argumentos, prescribe la necesidad de la convivencia pacífica. Pero, ¿cuales son esos argumentos?.

En primer lugar, por lo que significa la propia existencía. Se vive en precario, en tanto nos llega la muerte, por lo que parece lógico aspirar a un pasar sin grandes sobresaltos. Puesto que a todos nos espera la misma suerte o, como suele decirse, estamos en el mismo barco, debería generarse una especie de compañerismo entre los que estamos dbligados a convivir, lo que nos induciría a ayudarnos unos a otros.

Por otra parte, las luchas y los conflictos producen siempre angustia y desasosiego, por lo que existe una tendencia natural a evitarlos. La comodidad, la pereza y, en cierto modo, la inercia a los cambios de situación, son sentimientos que inducen a frenar las confrontaciones.

Los motivos indicados pueden tener cierto parentesco con el egoismo. Pero existen otros mas elevados que responden a una concepción noble de la vida humana, admitiendo una tendencia general hacia el bien y la solidaridad. Cuando, en el trascurso de su evolución, el género humano alcanza  el grado de racionalidad, se asientan en él rasgos de generosidad y benevolencia, junto con un fuerte instinto de justicia.

Así pues, existe una predisposición inicial a convivir en armonía con nuestros semejantes, es decir, a realizar las acciones conducentes a cubrir nuestras necesidades sin perturbar las acciones similares de los que nos rodean. Este planteamiento se ve rapidamente desmentido por la realidad, la cual nos muestra un escenario de conflictos generalizados, en todos los niveles, Sin embargo, no debe renunciarse al planteamiento utópico que propugna la razón. Es necesario que sigan existiendo, y cada vez en mayor número, personas idealistas dedicadas al estudio de la convivencia pacífica, en todos sus aspectos, con objeto de buscar la raiz de los conflictos y las fórmulas para resolverlos. Hacen falta mas quistólogos.

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